Las Banquetas de la Ciudad de México
Últimamente me he
dedicado a conocer más de la ciudad donde actualmente estoy: La Ciudad de
México, o como le han re-bautizado CDMX. Debo admitir que no es la primera vez
que estoy aquí, lejos de ello. Pero siempre la visité por cuestiones de
negocio, y, por lo tanto, me trasladaba de lugar en lugar en auto personal o en
taxi. De hecho, la última compañía para la que trabajé me tenía prohibido (por
cuestiones de seguridad) usar otro medio de transporte que no fuera un auto del
servicio proveído por el hotel donde me hospedaba, una verdadera restricción si
uno quiere conocer la ciudad.
Ahora estoy aquí
por razones personales y no tengo restricción alguna para desplazarme: camino,
tomo el Metro, pido un Uber, en fin, me traslado con la libertad y el tiempo
que esta nueva situación me brinda.
Por donde más
camino es el barrio donde estoy alojado: La Condesa. Es una parte de la ciudad
que es agradable para caminar, porque hay mucho que ver, como la comprueba el
desfile de autobuses que portan turistas en “tours” y quienes desde el segundo
piso del autobús nos contemplan a los “nativos” como si fuéramos animales de
algún zoológico.
Yo he caminado a
través de la mayor parte de las calles de La Condesa y si bien me divierte ver
la variedad de cafés, restaurantes, librerías, parques, casas de la bella
arquitectura neoclásica y art decó, y lo variado de los negocios que pueblan
sus calles, lo que más me ha llamado la atención es el estado de las banquetas.
Últimamente, las
autoridades de la Delegación han hecho un esfuerzo por subsanar el estado de
las banquetas, pero debe uno admitir que es un trabajo titánico. La culpa del
estado de estas no se puede achacar simplemente al descuido de las autoridades,
ni tampoco a los terremotos que de cuando en cuando sufre la ciudad, aunque
estos dos factores han hecho su parte. Tampoco se pude señalar la constante
construcción y remodelación de casas y edificios que es consecuencia del flujo
y crecimiento de la población. No, los mayores culpables del deterioro de las
banquetas son, ¡los árboles!
Por doquiera que
uno camina, es como deambular sobre olas de concreto o adoquines. Es evidente
quién es responsable del daño pues los viejos árboles hacen lo necesario para
estabilizar sus altos y pesados troncos y el dosel arbóreo que nos regala tan
agradable sombra. En ciertas banquetas, los adoquines están esparcidos sobre la
banqueta misma, como si fueran fichas de dominó sobre una gran mesa que
gigantes jugadores han abandonado. En otras, he visto grandes cuadros de
concreto que las raíces han levantado como si fueran las tapas de enormes cajas
de zapatos. (No sé por qué, cuando veo estos grandes cuadros de concreto así
elevados, me recuerdan las tapas de las cajas de zapato que el zapatero dejaba
a un lado mientras me calzaba el par de mocasines que mi madre habitualmente me
compraba antes del inicio de cada nuevo año escolar.)
¿Qué hacer ante
el fenómeno? Dejar de caminar por las banquetas es inadmisible. Prefiero
arriesgar un tobillo lastimado o un tropezón, que dejar de disfrutar de una
caminata durante el fresco de la tarde. Además, no todo está en ese estado:
vías como la Avenida Mazatlán, con su gran camellón, ancho y arbolado, ofrecen
una agradable y segura alternativa, como lo atestiguan los numerosos dueños de
perros que por ahí llevan a caminar a sus mascotas y las mamás que pasean a sus
bebés en carriolas.
Cortar los
árboles sería una tragedia y posible causa de una verdadera revolución pues no
creo que los ciudadanos de la Condesa lo permitirían. Ahora bien, el problema
no es exclusivamente de esta parte de la ciudad. He estado en otras colonias y
delegaciones y el problema es general. Tampoco es exclusivo de la CDMX. Recientemente
estuve en Cuernavaca visitando a amigos y las banquetas de la colonia donde
viven mis amigos, Jardines de Cuernavaca, está tan onduladas como las de La
Condesa.
He visto que en
ciertas partes las autoridades han “remodelado” las banquetas, elevándolas de
tal manera que las raíces de los árboles crezcan, sin impedimento, bajo de
estas. Es una solución cara y que tardaría mucho tiempo en implementarse en
todas las banquetas que están dañadas, pero no se me ocurre otra por el
momento. Seguramente, tampoco se le ha ocurrido a las autoridades.
En fin, ver como
las raíces de los árboles han dañado las banquetas me pone a reflexionar que
algún día, cuando el hombre ya no exista sobre este planeta--o por lo menos
sobre el Valle de Anáhuac--la naturaleza, recurriendo a su más formidable
ejército, los árboles, se encargará de atacar y así borrar toda huella de
nuestra presencia, como la ha hecho ya en las junglas del sur de México y
Guatemala donde ha devorado pirámides enteras, o como lo ha hecho en Camboya y
Tailandia, y otras partes del mundo, donde ha derrumbado complejos de templos y
ciudades sagradas. Quizás esa sea la revancha de la Naturaleza por todo el daño
que le hemos hecho a Ella. Quizás, también, eso sea lo más justo.
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